Un mundo pequeño

WwareSoft
2 min readAug 1, 2020

Historias grandes, que lo cubren todo, al amanecer, temporada a temporada, la lluvia, el rocío, las plantas, el suelo mojado de la banqueta, la tierra en los laterales, pasto, moho y arrugados empalmados que cubren la totalidad el gris del tronco, los racimos, las extensiones verdes, las pequeñas piñas, las ciruelas, la elevación y el camino de ausencia, estrechos empinados, el riachuelo que atraviesa la meseta desierta, que avanza en el pavimento, entre la puerta y el cerco, hacia el otro lado del puerto y el mar espeso, hacia la civilización y el comercio, una construcción de duro concreto, de rocas y ladrillos, donde se asoman cajas, de madera apiladas, en ellas verdes pimientos, tomates y cebollas, chiles y jugo de durazno, empanadas por la mañana, tortillas y ensaladas montadas, en frascos, bolsas y encima un par de tostadas, pocas carnes, un poco de queso, aguacate, aderezos. Un mercado hasta el horizonte, un solo atendiente, muros desgastados, pintura que cae por los costados, tras la rejilla, la caja y un par de infantes apostados, canicas y palos, rocas, carritos y restos tirados. Cajas de cerillos, un cigarro aplastado. Por el medio un gato, un perro y un molesto gallo. Regresa lento admirando, un par de pesos en la mano, una bolsa y un sucio bordado. En el otro extremo de la existencia, un castillo se alza, diligencia, humo negro, monotonía, desesperanza. Cada día, desde la puerta alta y en los pasillos, hombres con cajas al costado, una guirnalda, un sabueso, un hombre reacio, impuesto, les despide de su jornada, entre estupor y líquido y cebada refinada, de nuevo puesto antaño travieso, aunque ahora tan solo viejo, mal acompañado, irascible, indispuesto. Mientras las luces se difuminan en la transición arbórea, una abominación entra, un rechinido metálico, las bisagras y el platillo, sobre la mesa de plástico, entre el blanco corroído. Una luz encendida en el patio, dos perros, diez gatos, se deja ver la obscuridad en la habitación del medio, la luz al fondo del túnel, el regusto vacío que deja un refrigerador repleto de minucias. Del costado el contenido, el beber un sorbo y reposar el vidrio en la repisa, justo al lado, se enciende y apaga, pues no hay nada en esa frecuencia, y el techo se cae sobre su cabeza, las tablas, el polvo naranja, el hormigón y entre los trocitos de madera, una cucaracha. Se quita los zapatos, se recuesta en su banco de cuerdas y armazón de aluminio. Un día más de trabajo, un cuento más al cuenco, un sorbo más, un desvelo más. Mientras mira en su dirección desde el rincón, quien no puede conciliar el sueño, un descuidado ligero, cansado. Que cierra poco a poco los ojos. Al final del programa, por siempre, el pequeño mundo colapsa silente, sin que nadie lo note, sin causa aparente, sin ninguna clase de remordimiento o deuda pendiente.

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I'm here, just trying to understand my existence and to be whole.